1.- Examen de conciencia

    Estamos llamados a una conversión permanente. La Cuaresma es un tiempo adecuado que nos introduce en esta dimensión que por otra parte ha de estar activada en nuestro corazón durante todo el resto del año. La confesión se hace necesaria para crecer en la vida interior. Cada día necesitamos hacer uno o varios exámenes de conciencia -como nos recomiendan los santos de la Iglesia-, porque cada «parón» en nuestras jornadas nos ayuda a ver delante de Dios cómo es nuestra relación con Él, con nuestros hermanos y con nosotros mismos. Cada examen de conciencia es, en primer lugar una acción de gracias a Dios por tantos dones como derrama sobre nosotros a cada instante. En segundo lugar es un reconocimiento de nuestra fragilidad. Es un ejercicio muy sano abrirnos ante Dios. Y es importante esto último: «ante Dios». El examen de conciencia no es una introspección psicológica, sino un abrirse sencilla y sinceramente al Corazón bueno de Dios. Qué distintos son estos dos posicionamientos. Cuando uno se examina con su sola mirada corre el riesgo cierto de desesperar, porque toca la radical pobreza y la ausencia completa de fuerzas para reemprender el camino. Sin embargo, cuando nos ponemos delante del Señor y ante su mirada paterna vamos mostrando nuestras heridas, vemos ciertamente nuestra pobreza, pero descubriremos con asombro la certeza de su amor, que nos dice: Ánimo, no tengas miedo, Yo he vencido al mundo. Experimentaremos el abrazo amoroso del Padre que nos devuelve a su comunión. Comprenderemos «el mysterium pietatis, en el que Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo. Este es el rostro de Cristo que es preciso hacer que descubran también a través del sacramento de la Penitencia» nuestros fieles (cf. Juan Pablo II, Novo Millenio Ineunte, 37).Esto genera gran esperanza.

   El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1454 señala conveniente preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Para esto, los textos más aptos a este respecto se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las Cartas de los Apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas (Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6).

  El examen de conciencia tiene un valor pedagógico importante: educa a mirar con sinceridad la propia existencia, a confrontarla con la verdad del Evangelio y a valorarla con parámetros no sólo humanos, sino también tomados de la Revelación divina. La confrontación con los Mandamientos, con las Bienaventuranzas y, sobre todo, con el Mandamiento del amor, constituye la primera gran «escuela penitencial» (Benedicto XVI, 25 marzo 2011)

    Examen de conciencia, abrirse a la Verdad

   En una época de emergencia educativa, en la que el relativismo pone en discusión la posibilidad misma de una educación entendida como introducción progresiva al conocimiento de la verdad, al sentido profundo de la realidad, por ello como introducción progresiva a la relación con la Verdad que es Dios, los cristianos están llamados a anunciar con vigor la posibilidad del encuentro entre el hombre de hoy y Jesucristo, en quien Dios se ha hecho tan cercano que se le puede ver y escuchar. En esta perspectiva, el sacramento de la Reconciliación, que parte de una mirada a la condición existencial propia y concreta, ayuda de modo singular a esa «apertura del corazón» que permite dirigir la mirada a Dios para que entre en la vida. La certeza de que él está cerca y en su misericordia espera al hombre, también al que está en pecado, para sanar sus enfermedades con la gracia del sacramento de la Reconciliación, es siempre una luz de esperanza para el mundo. (Benedicto XVI, 9 marzo 2012)

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